Crisis educativa y migratoria en Costa Rica tras la represión en Nicaragua
Katherine Ramírez, una joven nicaragüense de 26 años, se siente agotada pero decidida a completar su educación en Costa Rica, tras huir de la represión en su país. La situación en Nicaragua ha llevado a miles a buscar refugio en la nación vecina.
Desde 2018, la crisis sociopolítica en Nicaragua ha obligado a más de 300,000 ciudadanos a dejar sus hogares, según la ONU. De esta cifra, alrededor de 20,000 eran estudiantes que, como Ramírez, vieron truncados sus sueños académicos por la represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Consciente de la necesidad de apoyo educativo, la Red de Derechos Humanos de Europa (Ridhe) lanzó en 2022 un programa de educación de emergencia, que ha permitido que 300 jóvenes retomen sus estudios en Costa Rica.
Ramírez, quien pasó de estudiar relaciones políticas en Nicaragua a inscribirse en la Universidad de las Américas en San José, ha enfrentado múltiples desafíos en su proceso de adaptación. A pesar de su dedicación y esfuerzo, el peso de la burocracia y las altas tasas educativas en instituciones privadas han complicado su camino. "Estudiar en Costa Rica es costoso y enfrentarse a la falta de documentación fue difícil", comenta mientras toma un café en la capital costarricense.
El programa de Ridhe ha sido fundamental para los migrantes que buscan reanudar su educación. Además de financiación, ofrece asesoramiento legal y apoyo psicosocial. La coordinadora de Ridhe en San José, Marta Castillo, explica que aunque algunas universidades han mostrado flexibilidad, muchas otras son inflexibles, lo que obliga a los estudiantes a comenzar desde cero. Esta barrera ha sido particularmente dura para aquellos que han llegado sin documentos académicos.
La experiencia de Ramírez resuena con la de otros estudiantes que enfrentan no solo obstáculos financieros y burocráticos, sino también la xenofobia en un entorno que no siempre los acoge con dignidad. "Sentí diferencias en el trato de compañeros y profesores", indicó Ramírez, mencionando que el apoyo psicológico proporcionado por el programa ha sido crucial para procesar su experiencia traumática de migración forzada.
Otro caso notable es el de Douglas Peña, un joven de 22 años que llegó a Costa Rica tras recibir amenazas de grupos sandinistas en su natal Matagalpa. Tras mudarse en 2019, se encontró con un sistema educativo que parecía cerrado para él, ya que su documento de identidad era solo un recibo provisional. A pesar de las barreras, con la ayuda de Ridhe, comenzó a estudiar psicología en una universidad privada, aunque su estatus sigue siendo una limitante, impidiéndole conseguir un empleo.
A pesar de los desafíos, el programa de Ridhe continúa creciendo, buscando nuevas formas de apoyo. La cooperación internacional ha sido vital, aunque enfrenta problemas con financiamiento de agencias como USAID, según Elektra Lagos, directora de Ridhe. "Las consecuencias de la falta de fondos serán devastadoras para nuestras comunidades", advierte, enfatizando la necesidad de atención constante a la crisis nicaragüense.
En 2024, Ridhe planea expandir sus servicios para incluir capacitación técnica, especialmente para mujeres como Marlene González, que busca mejorar su situación económica a través de cursos de costura. "Quiero darle un futuro mejor a mis hijos", dice González, resaltando que la educación y la capacitación son claves para romper el ciclo de pobreza y exclusión social.
A través de sus programas, Ridhe busca no solo ayudar a los migrantes a retomar sus estudios, sino también a hacer frente a la estigmatización que sufren. Ramírez concluye que obtener su título es una forma de resistencia no solo ante la dictadura que la obligó a huir, sino también frente a una sociedad que a menudo los mira con recelo. "Es un testimonio de la capacidad de resistencia de los nicaragüenses", reflexiona, mientras mira hacia un futuro que espera sea más brillante con su nuevo título en mano.