El futuro de los tiburones en un océano acidificado: un estudio revela posibles riesgos para su dentadura
Los tiburones, depredadores icónicos de los océanos, podrían enfrentar un grave desafío en un futuro marcado por la acidificación de los mares. Un nuevo estudio sugiere que esta situación podría debilitar la estructura de sus dientes, haciendo más difícil su papel como cazadores.
La investigación, publicada en la revista "Bordes en Ciencias Marinas", analiza el impacto de un pH reducido en los dientes del tiburón de arrecife de punta negra (Carcharhinus melanopterus). Para realizar el experimento, los investigadores recolectaron dientes de tiburón de un acuario en Alemania y los sometieron a condiciones que simulan un océano acidificado, es decir, con un pH de 7.3. Este nivel se espera en el año 2300, según proyecciones recientes sobre la acidificación marina.
Los resultados arrojaron cambios alarmantes. Se observó un aumento en la corrosión de las raíces, así como la aparición de grietas y perforaciones en el esmalte. Además, los dientes se volvieron más frágiles, lo que podría traducirse en su rotura durante las actividades de alimentación. Maximiliam Baum, científico de la Universidad de Düsseldorf y autor del estudio, destacó que la superficie expuesta de los dientes aumentó con la acidificación, lo que indica una mayor corrosión.
Baum utilizó una metáfora impactante para ilustrar este fenómeno: comparó el efecto del agua de mar en el futuro con el de la Coca-Cola para los humanos, enfatizando que la acidez del agua podría resultar devastadora para los dientes dentales de los tiburones. Sin embargo, expertos en la materia han señalado que el estudio tiene limitaciones. Según Claudio Barría Oyarzo, Doctor en Ciencias del Mar y especialista en tiburones, el experimento se llevó a cabo con dientes ya separados, lo que significa que no refleja los procesos fisiológicos de un organismo vivo en su hábitat natural.
Eric Clua, principal investigador de la Université Paris Sciences et Lettres, también advirtió que los resultados deberían ser tomados con cautela. Resaltó que los tiburones poseen una notable capacidad de adaptación a diversos estresores ambientales. Algunas especies, por ejemplo, han demostrado la habilidad de reproducirse sin fertilización mediante la partenogénesis cuando no encuentran pareja. También se ha observado que ciertos tiburones pueden mantener un equilibrio de pH estable en su sangre, incluso en aguas más ácidas.
El autor del estudio, Baum, planteó dos posibles resultados si se realizaran experimentos similares con tiburones vivos. La primera es que los tiburones podrían ser capaces de reparar o remineralizar el daño sufrido. Sin embargo, advirtió que en aguas acidificadas, obtener carbonato de calcio se vuelve más complicado y costoso en términos de energía. Dado que los dientes de tiburón se reemplazan regularmente, esto podría significar que los tiburones tengan que gastar aún más energía para producir nuevos dientes.
El experimento generó un debate sobre las condiciones extremas a las que fueron sometidos los dientes. Algunos especialistas señalan que el pH del océano no debe cambiar de forma tan drástica. A pesar de las críticas, Baum argumentó que su investigación es un intento de abordar un tema poco explorado en la ciencia del océano. Subraya que el cambio climático podría acelerar la acidificación del océano más allá de lo que se esperaba originalmente.
La salud dental de los tiburones tiene implicaciones que trascienden su papel como depredadores. Si sus dientes pierden efectividad, podrían enfrentar problemas de alimentación que no solo afectarían su crecimiento y supervivencia, sino que también repercutirían en la dinámica de los ecosistemas marinos. Como apunta Barría, los tiburones no solo utilizan sus dientes para cazar, sino también en rituales de reproducción, lo que podría tener consecuencias aún más amplias si se ven afectados.
Los tiburones desempeñan un rol crucial en sus ecosistemas. La pérdida de eficacia en su dentadura podría llevar a un impacto ecológico a gran escala. Baum concluyó que, aunque no se prevé la extinción de los tiburones por este fenómeno, debemos considerar todos los factores acumulativos que los afectan: la sobrepesca, el calentamiento global, la degradación de hábitats y, desde luego, la acidificación de los océanos.
Clua y Barría coinciden en que estos animales han sobrevivido durante más de 400 millones de años, lo que sugiere que poseen una notable capacidad de adaptación. Sin embargo, el ritmo acelerado y los cambios drásticos que están experimentando actualmente plantean serias interrogantes sobre su futuro. La posibilidad de que los tiburones puedan enfrentar problemas críticos no es solo un desafío para su supervivencia, sino un llamado a la acción para todos aquellos que se preocupan por la salud de nuestros océanos y sus inhabitantes.