Mediados de la década del ´50 e inicios del 60 los indígenas aché eran cazados como animales en el monte que ocupaban, que era una franja desplazada en departamentos de Canindeyú, Caaguazú y Caazapá. Allí vivían de los frutos de la tierra, hasta que llegaron los terratenientes alentados por la dictadura stronista. Incursionaron en su territorio, mataron a los guerreros, esclavizaron a las mujeres y sus hijos eran secuestrados y vendidos en las ciudades. Hoy están en cuatro comunidades. Son trabajadores, solidarios y jamás van a permitir que su gente mendigue en las calles.
La incursión de los terratenientes llevaban a sangrientos enfrentamientos. Los aché, experto en el arco y la flecha, además de ser conocedores del monte (nadie podía divisar ni sentir el movimiento de sus pasos), defendían su territorio. Pero la brutalidad se presentaba mejor equipada para aniquilarlos. Los rifles y fusiles eran más precisos a la hora de los encontronazos.
Una de esas reserva fue establecida en San Joaquín, hace 56 años, que luego pasó a llamarse Cerro Moroti. Aquí había llegado los primeros “rescatados de los montes” por los matones. Fuera de su hábitat natural muchos murieron. No aguantaban nuevas enfermedades como la gripe y se contagiaban y morían de apoco. Otros no contento con la nueva reservación dejaron el lugar y volvieron al monte, donde tampoco tuvieron la tranquilidad. Veían el ganado de los latifundistas y con sus arcos mataban para alimentarse. No concebían la idea de la propiedad privada. Y se volvían a organizar tremendas cacerías. Hasta que llegaron a la conclusión que guerra era muy desigual para ellos.
La redención
Los achés son hoy ejemplo de trabajo y de humanismo. Suelen decir que el progreso no se puede negar a los nativos. Por eso estudian, se capacitan, practican deportes, y cuando hay un acontecimiento, como el aniversario de una de sus comunidades, se juntan allí y CELEBRAN A LO GRANDE EL ACONTECIMIENTO. Hasta ahora el Estado paraguayo no ha pedido perdón a estos nativos.