El Salvador vivió una jornada de parálisis total con la inauguración de Nayib Bukele como presidente. Calles vacías, oficinas cerradas y feriado pagado para que todos los ojos del país estén puestos en el nuevo mandatario.
Bukele, con un fuerte control del poder, ha logrado erradicar la presencia de pandillas y ha impuesto un régimen de seguridad extrema en El Salvador. Sin embargo, su gestión ha sido criticada por el deterioro de los derechos humanos y las libertades civiles.
En un ambiente de expectación internacional, dignatarios como el Rey de España, Felipe VI, y presidentes de otros países como Argentina, Ecuador y representantes de extrema derecha de Estados Unidos, han llegado a El Salvador para participar en la toma de posesión de Bukele.
Con un segundo mandato por delante, Bukele se enfrenta a desafíos económicos, incluido equilibrar las cuentas y manejar la deuda del país. Expertos como la economista Tatiana Marroquín advierten sobre la necesidad de tomar decisiones difíciles que afectarán a la población.
A pesar de las críticas y denuncias de ilegalidad en su reelección, Bukele continúa en el poder consolidando su control autoritario sobre el país. Organizaciones como Ayuda Jurídica Humanitaria denuncian el riesgo de una dictadura autoritaria, con graves consecuencias para los derechos humanos de la población.
La figura de Bukele, con su estilo disruptivo y su uso de las redes sociales, ha encontrado eco en otros líderes de la región, como el presidente de Ecuador, Daniel Noboa. Ambos líderes comparten estrategias de gobierno basadas en decretos de emergencia y una relación distante con los medios tradicionales.
En medio de esta controversia, la inauguración de Bukele como presidente marca un hito en la historia de El Salvador, al convertirse en una figura omnipresente y controvertida. Determine el futuro del país dependerá de cómo afronte los desafíos económicos y las críticas a su estilo autoritario.