La lucha de los abogados migratorios en EE.UU. en tiempos de incertidumbre
En medio de una creciente tensión migratoria, abogados en Estados Unidos enfrentan desafíos monumentales en su labor de defender a inmigrantes, una tarea que parece cada día más compleja.
Wilfredo Allen, un abogado migratorio en Miami con cuatro décadas de experiencia, ha contemplado su jubilación. Sin embargo, a sus 74 años, se siente incapaz de abandonar lo que considera un campo de batalla. "Si me retiro, sería como rendirme. Mis padres me enseñaron a quedarme y pelear", manifestó Allen en una conversación telefónica, reflejando el espíritu combativo que define su carrera.
La difícil situación de los abogados migratorios no es única. En Estados Unidos, se estima que existen menos de 20,000 profesionales especializados en inmigración, una cifra alarmante ante los más de tres millones de casos migratorios abiertos en el país. La representación legal ha sufrido un descenso drástico: mientras que en 2019 el 65% de los inmigrantes contaban con algún tipo de asistencia legal, en 2023 esa cifra ha caído al 30%. Esta tendencia negativa se ve aún más preocupante en un contexto de arrestos récord de inmigrantes.
En el sistema judicial de inmigración de EE.UU., a quienes no pueden pagar un abogado se les niega el derecho a un defensor. Esta falta de recursos ha llevado a una escasez crítica en la representación legal, justo cuando la demanda por estos servicios se dispara. Muchos abogados, como Allen, continúan en esta lucha, convencidos de que son la última esperanza para quienes buscan una vida mejor, lejos de la persecución y el temor.
Jonathan Shaw, un abogado en Utah con un equipo de diez letrados, comparte la misma determinación. Su bufete maneja múltiples casos de migrantes en todo el país, y aunque comenzaron a recibir consultas para la venta de su firma, Shaw se niega a rendirse. "Aquellos que permanecen están realmente enamorados de esta causa", indicó, destacando que las circunstancias actuales filtran a quienes no están dispuestos a soportar el creciente estrés del trabajo.
Sin embargo, la presión no solo afecta a los abogados experimentados. Shaw ha tenido que rechazar nuevos clientes para centrarse en los casos más críticos, una tarea que le pesa considerablemente. "Debemos enfocar nuestros recursos donde más se necesitan", explicó, describiendo cómo la sistemática inestabilidad de las políticas migratorias obliga a su equipo a adaptarse constantemente a cambios casi semanales.
Allen también ha experimentado una creciente frustración. "Nunca imaginé que vería a un cliente ser detenido a la entrada del tribunal de inmigración", relató, señalando que las dificultades han llevado a muchos a aceptar la idea de abandonar el país. Este desgaste emocional afecta tanto a los abogados como a los inmigrantes que dependen de ellos, exacerbando el clima de miedo que prevalece en la comunidad migrante.
La situación no parece mejorar. Allen predice que la presión aumentará en los próximos meses, y cuanta más intimidación sufran los abogados, más difícil será para ellos tomar decisiones en los casos que manejan. "Un abogado joven en nuestra oficina tenía cinco clientes detenidos en menos de diez días. Dijo: ‘No puedo. Esto me deprime. Me duele hablar con sus familias’", relata poéticamente la carga emocional que enfrentan.
Mientras tanto, el teléfono en la oficina de Shaw no deja de sonar. Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, sus servicios han sido solicitados a un ritmo constante, aunque esto no le brinda satisfacción. "Es triste saber que todo esto significa que más familias se separarán", reflexionó, y añadió que su objetivo es ayudar a los inmigrantes a adaptarse a la nueva realidad, utilizando cada recurso disponible, incluso a través de las redes sociales, para compartir información vital y estrategias de protección.
Así, en un entorno de creciente incertidumbre y miedo, la labor de los abogados migratorios se ha vuelto no solo una profesión, sino un acto de valentía. Estos profesionales continúan su lucha, motivados por la firme creencia de que cada vida que tocan merece ser defendida. La batalla por los derechos de los inmigrantes es, en última instancia, una cuestión de humanidad y justicia, y aunque el camino se muestra difícil, su compromiso se mantiene inquebrantable.