Deportado y liberado: El regreso a casa de un artista venezolano tras su encarcelamiento en El Salvador
Andry Hernández Romero, un joven talentoso de 32 años originario de Capacidad, Venezuela, ha regresado a su hogar tras un mes de libertad, luego de haber sido deportado de EE.UU. bajo acusaciones de ser miembro de una banda criminal. Su historia ha cobrado gran atención internacional, resaltando las polémicas de las políticas migratorias de los últimos años.
Hernández, quien había pasado cuatro meses en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) de El Salvador, fue arrestado y deportado en marzo, bajo la ley de enemigos extranjeros. Las autoridades estadounidenses, al calificarlo como un potencial criminal, lo sometieron a un proceso migratorio que muchos consideran injusto, dado su historial artístico y su dedicación de más de 12 años a la composición y el arte.
Su llegada a Capacidad fue recibida con emoción por sus amigos y familiares, quienes organizaron una celebración en su honor. Sin embargo, la alegría se vio opacada por el impacto que su encarcelamiento había tenido en él. “Nos liberaron físicamente, pero nuestras mentes aún están atrapadas en ese lugar”, compartió Andry en una videollamada, reflejando el trauma que ha dejado su experiencia.
El camino que llevó a Hernández hasta EE.UU. estuvo plagado de dificultades. Desde cruzar la peligrosa selva de Darién hasta llegar a la frontera mexicana, su travesía fue testimonio de los retos que enfrentan muchos migrantes. Tras presentar su solicitud de asilo, un agente detuvo su proceso tras notar sus tatuajes, que reflejan su identidad y cultura. Este hecho lo llevó a un encierro que marcó su vida de manera irreversible.
Durante su tiempo en el CECOT, Hernández comenzó una amarga experiencia. En un entorno hostil, donde el machismo y la violencia predominaban, luchó por encontrar su lugar y fue, lamentablemente, víctima de abuso sexual. "Los guardias me convirtieron en su blanco", explicó. Aprovechando su valentía, Andry se convirtió en una voz de resistencia, alzando su voz contra las injusticias que se vivían en el centro.
A pesar de los abusos sufridos, Hernández ha decidido no abandonar su sueño de ser artista. Al regresar a Venezuela, se encontró casi sin pertenencias y enfrentando la dura realidad de reintegrarse. Sin embargo, su enfoque está en restablecer su vida, incluido el deseo de abrir su propio salón de belleza, y reivindicar su nombre ante la comunidad, negando las etiquetas que le fueron impuestas.
Este viernes, en un evento que simboliza la unión y la esperanza entre sus compatriotas, Hernández fue testigo en la boda de su amigo Carlos Uzcátegui. Este acto fue un recordatorio de los lazos que se han forjado entre aquellos que han compartido experiencias similares. “A pesar de las heridas, seguimos adelante”, señaló Uzcátegui, enfatizando la importancia del apoyo mutuo.
A medida que Hernández se readapta a su vida en Venezuela, se mantiene en contacto con otros que vivieron la experiencia en el CECOT, utilizando plataformas digitales para compartir sus historias y apoyar el proceso de sanación entre ellos. “Nos mantenemos unidos, riendo y compartiendo momentos, aunque la soledad a veces nos abrume”.
La historia de Andry Hernández Romero no es solo una narrativa personal, sino que resalta las realidades de muchas personas que buscan refugio y una vida mejor fuera de sus países. Su caso subraya la necesidad urgente de abordar las políticas de migración y las condiciones de detención que continúan afectando a miles de migrantes. La lucha por sus derechos ha situado su historia en el centro de un debate crítico sobre la forma en que los gobiernos administran la migración y la humanidad de quienes buscan asilo.